jueves, 29 de agosto de 2013

LA CANCIÓN DEL VERANO II



 
Partchú: la barbacoa epigráfica. Prolegómenos.

1.- Protoejemplares:

Antes de la llegada de la barbacoa de fábrica, acontecida el año pasado en medio de grandes fastos (famoso episodio que dio lugar al inicio de la “gesta de Conan”), hubo varias invenciones semiDIY que marcan una clara evolución ascendente en la barbacoa palaciega.

En la noche de los tiempos, el entero ingenio se redujo a una rejilla (suministrada, por cierto, por la Madreconcarné, que aún se relamía recordando los chorizos a la hoguera paramera que se zampaba de media mañana Palas Atenea, en los tiempos legendarios). Dicho adminículo se posicionaba convenientemente, a epigráfico pulso, sobre la mismísima chimenea. Y aunque el Epigrafista terminaba la temporada que podría apuntarse en la federación de lucha de brazos bajo el pseudónimo "Popeye", pronto quedó claro que la cosa no podía continuar así por mucho tiempo. Es necesario señalar que la rejilla primigenia tenía una ventaja incuestionable: podía girarse toda ella sobre el fuego sin necesidad de mover su contenido. Ventaja que no ha sido superada por el modelo actual.

Desde la noche de los tiempos, el hombre ha socarrado bichos
(la bacinilla en la cabeza, sin embargo, es opcional)

Un segundo momento evolutivo pasó por la barbacoa-hoyo, consistente en una fosa convenientemente forrada de ladrillo, y dotada incluso de contrafuertes, que habilitó la Madreconcarné en su afán por rememorar legendarios momentos choriceros. Dicha invención tenía la ventaja, nunca superada por anteriores ni posteriores modelos, de poderse cerrar, con el consiguiente ahumado del condumio, pero obligaba a atender el todo el proceso desde una posición de cuclillas completamente inapropiada para la longitud epigráfica.

 
Ni tan antigua...
 
El Epigrafista soñaba de hace tiempo con una barbacoa de cuerpo entero. Exhalaba suspiros incomprensibles ante ciertos folletos propagandísticos que circulaban regularmente antes de iniciarse cada liga, y mucho más tras una excursión portuguesa en la que atravesamos diversos campos de barbacoas (en el sentido más literal) que recordaban, mutatis mutandis a los oníricos “prados excusados” de Homer. Finalmente llegó ese momento con que fantasea todo barbacoero de abolengo, y la barbacoa enteriza fue instalada tras arduo transporte en el Vájana y épico episodio protagonizado, como no, por Conan, haciendo cantar a la musa su yerro, digoooo su épica cólera.
 

... ni tan moderna.



Modelo Hello Kitty: el preferido de Princesacaballobebé



Sin embargo la barbacoa aún no es perfecta. La plancha. Ese deseado elemento cuya ausencia tantas posibilidades nos cierra (morcilla chorreante, gambones saltarines, retorcidos calamares, pimientos, calabacines, sepia…).  El Epigrafista sueña con una plancha a la medida de su insigne artefacto. Todos sabemos de quién es la culpa. La Maestra hace todo lo que puede por remediarlo, amenazando con impagos a troche y moche y con no dejar títere con cabeza, pero el culpable está bajo el amparo de  Conan, erigido en protector de informales sin palabra: poco podemos hacer.


2.- Preludios:

El Epigrafista se pasa todo el invierno suspirando por el inicio de la temporada de barbacoas. De hecho, pudiera ser que, si allá por enero sale algún día soleado, instigado por la otra parte del Ente (o instigador: es difícil saberlo en esa vorágine bilateral autoalimentada), aprovechando las vacaciones pre-reyes, se realice alguna barbacoa invernal. Precedentes hay, y no malos.

Asimismo hay antecedentes de barbacoas en merendero fuera de la correspondiente temporada (mala no estaba, pero no sé porqué me acordé de aquella boda que alguna mente preclara tuvo a bien celebrar al aire libre una fría noche de junio. Suerte tuvieron en aquella desmemorable ocasión los que se pudieron abrigar con las fundas de los sillones del coche, no os digo más. Es trending topic tribal todos los veranos). Estimado Ente: en cuestión de barbacoas, a veces te puede el ansia viva.

Es importante indicar que, de estar prevista una parrillada fuera de la regular temporada, el grado de verbalización que se alcanza precedentemente, excede con mucho los niveles normales de las barbacoas de liga ordinaria. 

Cuando finalmente se abre la veda anual, el Epigrafista ya tiene pensadas todas las barbacoas de la campaña. Normal, si tenemos en cuenta que se pasa todo el invierno recopilando opiniones sobre lo que va y lo que no va sobre una parrilla y meditando sobre los resultados de la temporada concluida.
(Nota mental: regalarle una pizarra donde pueda hacer esquemas de las partidas pasadas y futuras, como los entrenadores. Igual se pueden filmar las parrilladas para que pueda estudiar los videos durante el invierno…)

 

Futuros hijos míos: entereza hijos míos, solo habla de ello unas 300 veces al año. El resultado compensa con creces la paciencia invertida.

3 comentarios:

  1. Jajaja. Eso es pasión por las barbacoas y lo demás, tonterías... Podríais hacer un álbum de fotos para irlas plasmando todas en orden cronológico. Besotes!!!

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  2. No os asustéis: acabé sólo de rasgar la superficie de la gran caja que esconde las infinitas posibilidades de este maravilloso invento.
    ¿Acaso me equivoco, Tom?

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  3. ¡Que pena! entonces no teníamos ni máquina de fotos...

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